2 de junio de 2018

Cumbres borrascosas, Emily Brontë


Pronto os hablaré de uno de los personajes masculinos que despiertan mis pasiones literarias, pero mientras ese día llega os traigo otra novela maravillosa cuyo protagonista suele revolucionar las hormonas de la más calmada. ¿Quién no soñó con Heathcliff y su rudeza con mil historias que harían sonrojar a la época en que se escribió y muy probablemente incluso a la nuestra?
Emily Brontë nos trae bajo el auspicio de su pluma la historia de amor prohibido entre Catherine Earnshow y Heathcliff, una relación que roza lo incestuoso ya que este es su hermano adoptivo y nos hace un fabuloso retrato de la época, en la que el deber se impone y antepone al querer y, desde luego, se dedica a romper todos esos deberes con la innovación estructural de la novela y con los deliciosos pasajes de la misma.
Para empezar, y tal como ya os he mencionado, Heathcliff es un pilluelo, un pícaro, digamos, y aunque es adoptado por una familia en apariencia perfecta, si consideramos lo bien que se ajusta a la rígida sociedad victoriana, "osa" contravenir los estándares de su clase y traiciona, siempre teniendo en mente estos férreos cánones, la bondad de esta familia que le acoge enamorándose contra lo que se espera de Cathy, abocándola al fracaso emocional de no poder establecer una vida acorde con su nivel socioeconómico, principalmente porque aunque la guían a través de las nebulosas de ese statu quo pretendido casándose con el hijo de los Linton nunca aceptará su destino, admitiéndose enamorada de Heathcliff y reconociendo que nunca podría estar con él porque rebajaría su posición. 
A mí me resulta interesantísima esta novela no solo por la historia, que me gusta hasta el punto de que hace un tiempo llegué a la conclusión de que si alguna vez tenía casa propia con jardín acabaría llamándola como el libro, sino porque Brontë recurre al flashback escribiendo la novela.
Tengamos en cuenta que, a pesar de que la alta sociedad victoriana estaba cultivada este no es un recurso fácil en tanto abre muchos cabos sueltos que luego hay que ir recogiendo para dar coherencia y sentido a la novela. El empleo exitoso del flashback demuestra la valía de la escritora y también nos enseña, o al menos nos hace intuir, el público al que iba dirigida: instruido, de clase alta, femenino principalmente y, sobre todo, deseoso de cambios, de una libertad reflejada en el propio Heathcliff con su rudeza y el exotismo que destila.
Más de una señora de bien de la época seguramente desearía en secreto que su aburrido marido fuese un poco como él, aunque acabara destruyéndola con la fuerza arrolladora de la pasión y no se limitara a acudir a sus habitaciones para perpetuar la familia que se había erigido en la mayoría de los casos después de un matrimonio de conveniencia. 
Huelga decir que al haber sido una novela tan famosa a lo largo del tiempo se han hecho innumerables versiones de la obra, tanto cinematográficas como en formato de serie, pero yo, personalmente, me quedo con la del 92.

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