20 de junio de 2018

Caperucita en Manhattan, Carmen Martín Gaite


De vez en cuando me gusta buscarme, mirar hacia dentro y jugar a encontrar la niña que fui un día, siempre rodeada de libros y en silencio, siempre en silencio, porque las palabras no hacían más que daño. 
Es en esos momentos en los que me gusta abrir este libro, gastado por el uso, e introducirme en él como una suerte de expiación o recordatorio de tiempos en los que todo era yo. 
¿Y qué tiene este libro de Carmen Martín Gaite que me guste tanto?
Yo, personalmente, opino que es la sencillez con la que está escrito, que no lo exime de ser un gran libro o de presentar ideas complejas. A veces no se necesita retorcer palabras para expresar sentimientos, a veces la solución más fácil suele ser la más sencilla.
Creo que la gran presente a lo largo de las páginas es la soledad, una soledad que la protagonista, nuestra Caperucita, quiere evitar yendo a Manhattan a ver a su abuela, que es quien la comprende y la hace feliz. Quienes me conozcáis ya sabréis por dónde van los tiros en cierto modo. 
A mi parecer esta pequeña maravilla esconde un camino de liberación y de iniciación que recorre nuestra Caperucita moderna al salir en pos de esa libertad que precisa y que añora. Algo que me parece muy divertido es el cambio que da la abuelita de la versión tradicional que todos conocemos a la que Carmen Martín Gaite nos representa en el libro porque es una abuelita cañón. No es la apocada ancianita llena de achaques que imaginamos dentro de la tripa del lobo, sino que es una mujer que se ha casado varias veces y que hasta es cantante. Es la personificación ideal, en definitiva, de la rebeldía que le falta a la nieta. 
Me gusta el tono que emplea Martín Gaite en este libro. Me hace recordar otros hitos de la literatura infantil para adultos —creo que se debería instaurar este género si es que no está ya catalogado, sin duda— y creo que debería ser obligatoria —moralmente hablando— su lectura para todos aquellos atrapados en la espiral de las prisas y en el vacío interior.
Es bueno sacar al niño de dentro de vez en cuando, quizá nos sorprendamos de lo necesitados que estamos de oírle y dejarle actuar. Soñar es gratis, y es un excelente ejercicio de supervivencia.
Será que últimamente estoy tierna y que por eso me gusta tanto. 

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