6 de marzo de 2019

Aún te quedan ratones por cazar, Blanca Álvarez


Hoy me he puesto más tierna de la cuenta, lo reconozco, y no es algo que me guste mostrar especialmente porque acabo sintiéndome vulnerable y sumergiéndome en pensamientos extraños que normalmente ya no me visitan.
Y como me sentía pequeñita y frágil —aunque parezca mentira lo soy— decidí que lo mejor para traeros hoy era una novela entre infantil y juvenil, algo breve y delicado al mismo tiempo que me hiciera sentir mejor.
Así es este libro de Blanca Álvarez, breve y delicado, casi como una caricia suave, y me ha hecho sentir bien desde que he visto la portada, primero porque me parece muy muy tierna y porque el gato que la ilustra se parece al mío. 
Lo bueno de ser un libro así es que no se omite la posibilidad de narrar una época terrible como fue la Segunda Guerra Mundial —perdón si estoy un poco monotemática—, sobre todo su impacto en Japón, que fue uno de los países que más penalidades sufrió por la ineptitud de las personas al cargo. 
En un contexto de guerra no se puede estar precisamente alegre, pero Ryo, el muchacho que servirá de eje a la novela, no lo entiende, o no lo quiere entender. 
No entiende por qué su padre está lejos de su Nagasaki natal, no entiende por qué su amiga Reyko no parece la misma persona que él recordaba, no entiende por qué su madre está triste y no entiende por qué su abuela ya no es el pilar irrompible de la familia, sino que poco a poco se desgrana como se desgrana el país, cada vez más roto por la guerra. 
Así que Ryo tiene que madurar y ver la vida de otra forma, y quien le ayudará a asumir este cambio es su gato, que le guiará a través de esta transformación tan importante para recuperar las riendas de su vida y también recuperar a Reyko.
Con las enseñanzas de su gato descubre que la solución está en él mismo y que deberá pelear duramente para poder volver a tener su vida en su lugar.
De verdad que es un libro que te llega al corazón porque no expone los hechos desde el rencor, una opción que la mayoría de nosotros tomamos solamente para protegernos, y no seré yo quien juzgue las acciones de los demás; expone los hechos desde la necesidad de seguir adelante, de pasar página y descubrir que los hechos, cualesquiera que estos sean, hacen mella en nosotros para bien y para mal, y nos hacen madurar y saber qué es lo que queremos y lo que no queremos hacer en el futuro, aunque, por desgracia, también está en la naturaleza humana el no aprender de los errores y seguir repitiendo el mismo patrón una y otra vez. 
A veces está bien volver a ver la vida desde los ojos de un niño, y la pizquita de ayuda necesaria es la que nos da la perspectiva de una fresca novela juvenil que tiene diferente significado dependiendo del momento en que te dejes llevar por ella. 

1 comentario:

Mando dijo...

Suena bastante interesante, siempre he buscado puntos de vista distintos a lo que se ve todos los días. Me llamó la atención la parte de "Es un libro que te llega al corazón porque no expone los hechos desde el rencor"... eso y que me gustan los gatos hacen que tenga que añadir este libro a mis futuras adquisiciones.