22 de enero de 2019

Orgullo y prejuicio, Jane Austen


Tengo el convencimiento de que en alguna ocasión lo he mencionado pero de igual forma he de haceros una confesión: adoro absoluta e incondicionalmente al señor Darcy, tanto en lo que se refiere a literatura como a ficción cinematográfica, incluyendo las versiones en películas que no tienen mucho que ver con la trama de la novela que os traigo hoy.
De hecho, y mirando en retrospectiva, es casi el único personaje que me ha enamorado platónicamente en todo lo que llevo leído. Sé de buena tinta que no soy la única, pero ya lo he dicho.
Ahora pasemos a lo que nos ocupa. 
Siempre bajo mi criterio, si en el siglo XIX hay un paradigma literario de romanticismo ese se encuentra en «Jane Eyre», y si lo hay de ironía, mordacidad y crítica social en este siglo y el anterior está en este libro que os traigo hoy de la mano de mi queridísima Jane Austen, una novelista inglesa que vivió en los últimos estertores de una sociedad georgiana que había perdido ya todos los rasgos que hacían que fuese ensalzada, en la que el caos social era el que reinaba y se advertían los primeros repuntes de statu quo victoriano, perfeccionado, claro está, por la soberana que le da nombre. 
Es en este entorno en el que se sitúa la novela. Elizabeth Bennet, nuestra protagonista, tiene veintiún años, una edad que la hace mayor en una sociedad donde jovencitas menores que ella ya están cargadas de niños, así que su familia decide casarla cuando llega a su entorno el señor Bingley, un joven adinerado y soltero, junto con su amigo, el señor Darcy. 
En un principio, Elizabeth y el señor Darcy adolecen de los dos «pecados» que dan nombre al libro, con una especie de resentimiento mutuo que les impide cualquier tipo de relación, incluso una cordial, pero a medida que ambos maduran acaba surgiendo el amor incondicional que les une. Sin embargo no es todo lo bonito que parece. 
Tras esta historia de amor que vemos en lo superficial entre líneas encontramos la crítica social mencionada que hace uso de las personas como si fuesen mercancía para lograr esta o aquella mejora, reflejada en la familia Bennet que busca casar a sus hijas a cualquier precio y siempre con uniones ventajosas. 
Ya sabéis, si habéis repasado mi trayectoria en este pequeño anaquel virtual y ha coincidido que lo comenté, las adaptaciones literarias no suelen ser mis favoritas.
Pienso que es prácticamente imposible —salvo notables excepciones, claro está— adaptar correctamente un libro a la pantalla, sea como película o como serie, principalmente porque considero que la interpretación que hace cada uno del libro es personalísima y un director o guionista difícilmente puede entrar en todas las mentes para siquiera vislumbrar un collage de estas interpretaciones que se adecúe a todas ellas. No obstante admito que las adaptaciones, con mayor o menor fortuna, de esta fantástica novela me han gustado y se han hecho muchas, pasando de las que se ceñían a la historia desde una con zombis hasta otra de Bollywood. Esta última me pareció especialmente original y divertida, otra forma de ver la misma historia.

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