27 de febrero de 2020

Olvida los tambores, Ana Diosdado


Desde siempre me ha gustado el teatro, más representado que leído, todo hay que decirlo, y mi madre siempre lo ha fomentado. Cada vez que ha habido una representación me ha llevado a verla y siempre he disfrutado de ellas. 
Lo bueno es que, de un tiempo a esta parte, en mi ciudad parece haber una explosión de cultura y periódicamente, últimamente casi cada semana, se representa hay un acto cultural, sea teatro, sea cine, sea recital, diferente.
Casi al principio de esta venada cultural que menciono y que ya viene de hace algunos años fue esta obra de teatro de Ana Diosdado que os traigo hoy la que se representó, y tuve el placer de disfrutarla en vivo y en directo.
Es bastante costumbrista en su creación, pero el final es impredecible, como la vida misma.
Está basada en una noche de hace más de treinta años, en esa época que luchaba por hacerse oír y que poco a poco iba lográndolo.
Una pareja, Tony y Alicia, vive su amor como ellos quieren, sin dejar que sean más de dos en la relación, y Tony toca en un grupo de música con su amigo Pepe, grupo que quieren promocionar y llevar a lo más alto. 
Esa noche, Pili, la hermana de Alicia, aparece por la casa, sin avisar, y después su marido, Lorenzo, que la busca. y mientras cenan todos con Nacho, un importante productor musical que está interesado en el grupo, encontramos que lo que en apariencia es tan armónico y tan normal, dentro de la fuga de Pili, en realidad es un dechado de mentiras, una farsa que ya no se puede sostener más y que se desmorona desde el momento en que la doble moral, los engaños y los secretos que se guardan se hacen libres con la llegada de Pili.
Por un lado, se abre la dicotomía ineludible de la ciudad, joven, moderna y libre frente a la provincia, tradicional y ligeramente anticuada que se personifica en las dos hermanas. Por otro, la frustración que les asalta a todos. Ninguno está cómodo en lo suyo pero no se atreve a cambiarlo. Y, finalmente, la propia vida, que parece ir por libre y darle igual lo que piensen o lo que sientan, ella es la primera, y la que tiene que ser.
La verdad es que hace un retrato muy interesante de lo que puede llegar a ser una toma de decisiones, por lo menos en última instancia.
Algo que, en apariencia tan banal, puede determinar los pasos posteriores y que muchas veces olvidamos o dejamos en manos de otras personas para que decidan por nosotros, y lo cierto es que pienso que, para una de las últimas libertades que nos quedan, deberíamos ser nosotros quienes, en fin, resolviéramos nuestra propia vida, que bastante ya nos obligan a hacer.
Os dejo el cartel de la representación a la que acudí, y espero que se siga representando o que se reponga en algún momento, porque es fantástica y necesaria al mismo tiempo.

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