A pesar de ser un autor claramente conocido y vendedor de bestsellers a, permitidme la expresión, punta pala, la verdad es que no había leído nada de John Grisham hasta que llegó este libro a mis manos en forma digitalizada.
Estaba buscando sugerencias. Aunque tengo cientos de libros, mi madre solía decir que como entrara un libro más, tendríamos que salir nosotros de casa para que cupieran, pero creo que ya los he leído todos. Así que decidí limitarlo a los parámetros que me suelen satisfacer, cierto suspense, tintes de novela negra, un tanto policíaco...y di con este autor que, la verdad, no creí que me fuese a llenar del todo.
Si habéis leído alguna de las entradas al respecto, sabréis que tengo una relación de cierto amor-odio con los bestsellers. Pero, aun así, me atreví a dejarme llevar por las páginas, y creo que acerté, a pesar de que el hilado, o tal vez la traducción, a veces se va aquí o allá y desconcierta un poco.
La historia es bastante oscura, justo lo que necesito en estos días.
Dos hermanos, niños, de un estrato bastante marginal, presencian el suicidio de un importante abogado de la mafia que, antes de morir, decide en un acto meramente catártico, y bastante grotesco teniendo en cuenta que se confiesa delante de unos niños —casi— inocentes (bastante personal esta aseveración, conste, lo del casi y lo de lo grotesco), detallar los tejemanejes de un secreto que afecta a las más altas cúpulas del gobierno de los Estados Unidos, relacionado con el asesinato de un senador que aspiraba a ser gobernador del estado. Mientras tanto, el hermano que "solo" ha visto el suicidio, acaba en una institución mental debido al trauma que le causa.
A partir de ahí comienzan las conspiraciones, y no sé cuál de las dos es la peor, si la del FBI, que obviamente pretende que el niño dé los detalles de la confesión del abogado suicida para poder apresar al matón que acabó con la vida del senador, o la de la propia mafia que intenta evitar que el niño «cante», y aparece la mano protectora de Reggie, la abogada que, desesperadamente, luchará por salvar al chico y a su familia, dándoles una seguridad que se vio perdida en el momento en que se convirtió en depositario de la trama de corrupción que funciona como eje de la novela.
La premisa de la que parte es buena, me gusta, de hecho, pero siento que le falta algo.
Es casi como si de un guión o de un libreto se hubiera forzado el asunto para desarrollarlo y convertirlo en una novela. A pesar de todo, creo que el trasfondo suple con creces ese pequeño detalle que, quizá, sólo se deba al puntillismo extremo del que, me temo, adolezco.
Yo, la próxima vez, probaré a leerlo en el idioma original, quizá encuentre la chispa que creo que necesita la versión española para poder tenerlo entre aquellos que, como los de Pendergast, no puedo dejar de hojear.
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