Creo que, al margen de mi aprensión que puede llegar a ser legendaria, tengo un puntito de masoquista que me arrastra —y yo me dejo— hacia el terror, ya sea en forma literaria o cinematográfica.
Tengo muchísimos documentos del género, incluso programas de radio grabados con esta temática, y aunque siento un estremecimiento bastante importante cuando me sumerjo en este mundo, me gusta.
Y un día, no recuerdo exactamente cuando, vi esta portada en una vieja estantería de una librería que no visito desde hace tiempo y me quedé parada delante mirándola. No sólo por el título, que evocaba cierto misterio ya per se, sino por que me recordó a Poe y a la Casa Usher, no sé por qué.
En ese momento no pude llevármelo, pero sí que tuve la oportunidad de leerlo en el ordenador, y ni que decir tiene que me fascinó.
Es oscura, agobiante, macabra. Recupera lo mejor del género gótico sin lugar a dudas, y precisamente ahí radica su genialidad.
Consigue convertir el libro en una ventana a la terrorífica mansión y al lector en uno de los que la rondan, inquietando a cualquiera que ose pasar sus páginas y dejarse acariciar por ellas.
Un poderoso hechicero que agoniza ha conseguido encerrar a los dioses en cuerpos de seres humanos, de ciudadanos de los que, tal vez, nadie espere nada porque no destacan por nada, siendo perfecto este encierro. En el relato, la mansión agobiante donde vive, se nos explica el proceso de encierro, las peripecias de este malvado brujo y los cambios que se producen en las personas que le rodean a su muerte.
La verdad es que no me esperaba algo así en estos días.
Siempre pensé que el terror gótico había llegado a su cénit bajo el auspicio del opio de la época victoriana y la pluma de Poe, pero Ray me abrió los ojos, y a pesar de que el libro en cuestión ya tiene ciertos añitos —no en vano se publicó en 1943—, no deja de ser una obra maestra del terror que debería estar en vuestra mesilla de noche si sois apasionados de este género.
No hay comentarios:
Publicar un comentario