13 de septiembre de 2020

¡Cómo molo!, Elvira Lindo


A pesar de que, cronológicamente, no es el segundo de los libros que comprenden la saga de Manolito Gafotas, de la pluma de mi adorada Elvira Lindo, sí que lo es en cuanto a historia se refiere.
Vacaciones, algo temible, por lo menos para Manolito. 
Y no porque le pese el dejar el colegio por tres meses, ya sabemos esa relación tan peculiar que tiene Manolito con el colegio, sino porque él es el único que se queda en Carabanchel (Alto) durante el verano pasando calor mientras que sus amigos se van de vacaciones y le mandan postales para darle envidia, algo que lleva muy mal. Y hay otra cosa especial en ese verano, en septiembre, el Imbécil empezará el colegio y Manolito se erigirá como guardián protector ante tamaña afrenta, decidiendo ayudar a la señorita Estrella en su gesta de educar al pequeñajo, principalmente porque es guapa y no malvada como su sita Asunción.
Aquí vemos aún más lo especial que es Manolito y lo que puede llegar a ser la infancia, algo que se antoja plácido pero que, sin embargo, puede llegar a ser un problema, sobre todo cuando se empieza a acercar el umbral de la adolescencia. 
Su mayor deseo es que sus padres se divorcien, como los del Orejones, para que así, intentando evitarle el trauma, le den todo lo que pida, algo que, obviamente, Cata, la madre, responde a base de collejazos.
Qué queréis que os diga, me encanta. No sólo porque ofrece un retrato fantástico de la cotidianidad de un bloque de vecinos, que eso, mis queridos, da para mucho, sino porque caracteriza cada uno de los personajes en relación a su función en la novela, en la propia saga. Y aquí es el comienzo del protagonismo del Imbécil, un personaje que dará mucho juego y que pronto se acabará haciendo tan imprescindible como el abuelo Nicolás, formando un trío muy peculiar, muy unido y, sobre todo, con multitud de anécdotas y golpes de efecto.
Aun hoy, cuando ya soy bastante mayor en comparación con aquella niña que se sentaba en un rinconcito y se ponía a devorar libros como única salida, sigo disfrutando de las peripecias de nuestro Manolito y riéndome a carcajadas con sus aventuras.
Será que esa niña sigue dentro y se resiste a hacerse adulta.

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