25 de septiembre de 2020

La espada del destino, Andrzej Sapkowski


¿Recordáis a Geralt de Rivia? Pues bien, os lo traigo de vuelta con más aventuras fantásticas llenas de monstruos y criaturas mitológicas que hacen las delicias de cualquiera, por lo menos las mías. Andrzej Sapkowski sabe qué teclas pulsar para convertirme en una lectora voraz de sus obras.
Esta vez es una bestia terrible la que amenaza la ciudad, y nuestro brujo tendrá que ir en su búsqueda, salvando sitios realmente insalubres para acabar con este hecho. Y, con ella, una cacería de dragones a la que acude sin quererlo prácticamente, serán las que nos adentren en la faceta de cazador de monstruos de este brujo de fantasía.
Sin embargo, a pesar de que, bajo mi punto de vista, constituyen el eje central de la trama porque en realidad es una especie de justificación para mostrarnos este lado de matador y liberador, por decirlo de alguna manera, pienso que lo más importante es lo que se lee entre líneas. 
En realidad, el problema de la ciudad no es sólo la bestia, la causa de la cacería no es sólo el dragón, la dificultad vendrá cuando se vayan introduciendo más y más personajes, con sus características, con su psicología y sean más para repartir el botín. Es un poco como humanizar a seres que nada tienen que ver con los humanos, bajo el prisma de la fantasía.
Me gusta mucho la forma en la que escribe este hombre. 
Aun sin ser el magnífico Terry Pratchett con su humor inigualable y su prosa aún más divertida, Sapkowski también nos regala ciertos toques de humor, ciertos momentos divertidos dentro del mundo cada vez más oscuro del brujo Geralt. Además, creo que la estructura en cuentos hace la lectura mucho más fácil, sobre todo de cara a una juventud e incluso a una infancia que poco a poco se va dejando atrás, y me explico. 
A pesar de que prácticamente sean capítulos, grosso modo y pensando en aquellos que no disfrutan plenamente de la lectura o apenas se están iniciando en ella, creo que siempre es más sencillo afrontar algo breve con un inicio y un final marcado, aunque dependa de un todo, que un capítulo que continúa, es algo inconsciente, inherente, supongo, a la condición de impaciente del ser humano.

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