17 de septiembre de 2018

Watchmen, Alan Moore y Dave Gibbons


No sé si es que últimamente estoy más pesimista de lo normal, que puede ser, pero cada vez tengo más claro que esto acabará mal, pero no mal de algo ligero que se pueda arreglar, no, mal de hecatombe apocalíptica de acabar todos muertos.
Y mientras tanto y locuras agoreras aparte, y muy en relación con la ucronía en la que se desarrolla, he decidido volver a traeros una novela gráfica que, personalmente, me encanta. 
Alan Moore haciendo un dueto inestimable con Dave Gibbons en lo que se refiere a ilustraciones vuelve a tocar la llaga de una sociedad zaherida para hacernos ver adónde podemos llegar si no se detiene este frenesí de poder y ansia capitalista que, como todo en esta vida, en exceso es terriblemente pernicioso para todo y para todos. 
Es con esta base que se desarrolla una historia de superhéroes que se alejan del uso habitual, puesto que técnicamente no tienen poderes que los saquen de lo normal si obviamos el caso del Doctor Manhattan, que obtuvo los suyos debido a una exposición a la radiación, y solo son gente muy entrenada y vestida con vistosos trajes que se adecuan a su personalidad para luchar por su país en un tiempo convulso.
Estamos en un 1985 alternativo, si bien en la obra encontramos un repaso desde la creación de este cuerpo de héroes hasta la actualidad propuesta.
Frente al transcurso normal de la historia en esta realidad alternativa Estados Unidos ha ganado la Guerra de Vietnam, y lo que supuso un revulsivo social para apartarse —en cierta medida— de conflictos armados durante un tiempo se ha convertido en la gran victoria americana, la que permite que su camino hacia el capitalismo típicamente conservador estadounidense sea imparable. 
Al principio, y debido al éxito de la guerra por su mano, estos superhéroes son socialmente aceptados, sin embargo, conforme pasa el tiempo y la sociedad se va degradando más y más, dejan de ser las estrellas para ser considerados una carga y hasta se les persigue, considerándose a ellos y a sus métodos ilegales.
Algunos continúan con su quehacer en la sombra, otros aprovechan ese tirón mediático inherente a la popularidad, otros prefieren asumir su recuperado anonimato, y todos se unirán para protagonizar esta historia que llega a nuestras manos en forma de novela gráfica. 
Huelga decir que el planteamiento es impecable y que en cierto modo podemos extrapolar esta historia que nos ocupa a la nuestra.
Bajo la frase "¿quién vigila al vigilante?" encontramos ya una bofetada de realidad importante, y más con los tiempos que corren y lo que estamos empezando a acostumbrarnos —si es que no lo estamos ya— a ver y oír en nuestros televisores y radios, y junto con ella la psicología de los personajes, que fácilmente se pueden identificar con cualquiera.
La verdad es que toda la obra en sí es un golpe a lo establecido, a lo que por predisposición —de cualquier tipo— estamos acostumbrados a aceptar.
Personalmente, aunque es una obra dura en ese sentido, me gusta precisamente por eso, porque ofrece la otra cara de la moneda, una nueva impresión de algo que pretendemos controlar y nos muestra que quizá lo que tenemos o tendremos no es tan bonito como quieren hacernos ver. 

1 comentario:

Bettie dijo...

He pasado HORAS Y HORAS hablando de esta obra, y nunca se agota la conversación. Es genial.