25 de noviembre de 2018

Una habitación propia, Virginia Woolf


Para mí es indispensable en este blog la presencia de Virginia Woolf porque además de ser una de mis autoras de cabecera pienso mucho y a diario en su vida y en su muerte, más de lo que cabría reconocer. 
Y por eso os traigo este libro que viene de una pregunta que le hicieron a ella en una de las charlas que daba acerca de la mujer y su papel en la época. Le preguntaron que qué necesitaba una mujer para escribir buenas novelas. Ella respondió que independencia económica y una habitación propia.
Es con esta ironía tan suya que va haciendo libro la relación de la mujer con la novela a lo largo de la historia, tanto en forma de su ausencia antes de su época como en la dificultad de encontrar a alguien como ella después de sí misma.
Radical y maravillosa como solo ella puede y sabe serlo. 
Frente a los desastres de la educación que deshumanizaba a la mujer que describía Simone de Beauvoir en «El segundo sexo», Virginia Woolf afirma que da igual lo que la educación haya podido hacer de la mujer, en qué la haya convertido. Lo único que importa es su independencia y un cerrojo bien hermoso para impedir que las interrupciones de lo mundano la alejen del mundo literario. Y alienta con su breve ensayo a cualquier mujer que escriba, aunque sea mediocre o aunque sean cosas pequeñas y sin sentido, porque esto que en apariencia puede resultar banal, puede servir de apoyo a todas aquellas que vengan después y que decidan sustentarse en estos escritos para obtener de ellos algo mejor y mayor y en los que escudarse para desarrollar su carrera en la literatura.
Me parece absolutamente fantástico el planteamiento que expone en el libro, no solo por lo rompedor del mismo, que lo fue, y seamos sincero, sigue siéndolo aun en estos días en los que más o menos estamos equiparadas a los hombres.
Ella preconiza la armonía, algo que considera necesario para que todo discurra como debe hacerlo y ese es un punto de vista que me encanta. 
Sin embargo, creo que me fascina porque es muy Woolf, porque casi entrevemos a Clarissa Dalloway gritar por su liberación, porque casi vemos a su Orlando rompiendo tabúes mientras que la sociedad se empeña en oprimir a aquello que se aleja del statu quo establecido, porque casi hace patente el amor que tuvo por Vita o porque simplemente los autores dejan más de sí mismos en sus obras de lo que ellos quieren o piensan.

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