7 de enero de 2019

A sangre fría, Truman Capote


Quizá últimamente estoy más visceral de lo normal —será que yo también me hago vieja— y quiero empezar el año con el maestro de maestros de la literatura periodística norteamericana, con el mismísimo Truman Capote, personaje atormentado y apasionante donde los haya. 
Cómo no, no me alejo del género policíaco para celebrar un día como hoy. 
En la que yo considero su obra maestra —en mi humildísima opinión—, Capote nos hace una crónica magnífica del asesinato de la familia Clutter, un asesinato que estuvo investigando cinco años para contar con la documentación suficiente para el libro, y la causa de su investigación no fue otra que el aparentemente anodino asesinato como los que se dan cada día en los Estados Unidos porque le producía un resquemor inusual que en un pueblo aparentemente tranquilo, en un sitio tan pequeño, se había asesinado a una familia respetada y respetable que adoraba todo el mundo con tal acontecimiento. Y lo que en principio comenzó como un mero libro que reflejase las vidas casi provincianas de los asesinados acabó convirtiéndose en una obra que descubriría el auténtico misterio del crimen de la familia Clutter.
Lo cierto es que el libro es como una espiral que te acaba devorando, porque como lector también vives el proceso de creación y de investigación, como si también estuvieras con Capote recabando información sobre la causa del asesinato, como si también estuvieras en ese pequeño pueblecito de Kansas empapándote de todo el mundo rural de Estados Unidos y de lo que éste implica.
Admito que es un libro que no puedo dejar de leer una y otra vez, porque es tan perfecto, tan redondo, que es imposible no caer presa una y otra vez de la crónica que hace Capote en sus páginas.
Reconozco también que a pesar de lo que os acabo de confesar me resistí al principio a sumergirme en sus páginas. De Capote tenía una imagen de frivolidad vacua que me alejaba y en mi inocencia pensaba que la extrapolaría a sus obras más realistas —las novelas son un mundo maravillosamente aparte—, pero por suerte no es así. 
No en vano estamos ante el paradigma del género del nuevo periodismo y lo es con razón.

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