Es preciosa la portada, ¿verdad?
Recuerdo que llegó a mis manos hace muchísimos años, tranquilamente más de ocho, porque a una amiga de entonces se lo habían mandado como lectura obligatoria en su instituto y le encantó, y sabedora de que devoradora de libros es mi profesión oficiosa me lo recomendó y la verdad es que no pudo acertar más.
Lo curioso del asunto es que yo iba ya con la predisposición a leerlo. Antonio Muñoz Molina es un autor que me gustaba —y me sigue gustando a día de hoy— particularmente, y más cuando hube visto la portada. Tengo una pequeña manía, ya sabéis. Si la portada del libro que tengo intención de leer me gusta o me llama la atención por cualquier motivo busco la manera de conseguirlo, y me da francamente igual que el autor solo sea conocido en su casa o sea un superventas consagrado. Ni que decir tiene que esta fue uno de esos casos, un impacto total.
Muñoz Molina no resulta fácil a veces aunque en realidad parezca que lo que dice tiene absoluta coherencia y dinamicidad. Es su trasfondo el que en ocasiones puede resultar dificultoso, pero en lo que a mí respecta no es sino un reto que superar para disfrutar plenamente de la lectura.
«Plenilunio» es un libro que, si se me permite, roza lo retorcido.
Es la historia de un inspector jefe de policía trasladado a la ciudad natal del autor desde el norte de la Península que, por causas evidentes y por el asesinato de una niña, está obsesionado con el crimen. El hecho de que el carnicero esté suelto, paseándose por todas y ninguna parte, de acá para allá sin ton ni son, le hace acariciar la paranoia en un entorno que podría rozar la banalidad por lo anodino y en el que, sin embargo, se mezclan presión, rechazo y asfixia.
Cuando las cosas empiecen a retomar su cauce y se relaje será cuando el asesino cometa un error que le devuelva de su mundo feliz a la realidad, y donde deberá aprovechar para poner en orden todos los asuntos y asestar el golpe final.
Si bien tengo épocas en los que el realismo y la actualidad no me satisfacen plenamente por la costumbre que he tenido siempre de usar los libros como evasión más que como lectura admito que Muñoz Molina consigue lo imposible en mi caso con la fantástica caracterización de los personajes, tanto física como psicológicamente.
Estos tintes obvios de novela negra que en ocasiones puede llegar a tener son los que me atraparon del todo y llevarme a devorar «Plenilunio» en un solo día.
Es una lectura deliciosa.
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