Supongo que el culpable de la elección de este libro de Juan Ramón Jiménez es el sentimiento de recogimiento que tengo últimamente y que viene ligado a las circunstancias.
Supongo también que necesitaba sencillez y lo más puro que pude encontrar entre mis libros fue este burrito plateado casi hecho de algodón que me inspira la más profunda ternura.
A pesar de la apariencia de un libro insulso o la fría sensación de que es para niños exclusivamente —algo que niega nuestro Juan Ramón en su prologuillo—, se esconde tras sus páginas un trasfondo importante, un ciclo, un camino que culmina con la muerte de Platero y que es descrito con los mejores detalles y la mejor prosa de la que era capaz Jiménez, y eso ya es decir mucho.
Ambientada en la naturaleza de lo rural y con detalles que a los urbanitas se nos escapa, es capaz de mostrarnos el camino que recorremos inconscientemente, siendo el burrito una metáfora —a mi parecer, siempre a mi parecer— de una realidad que a algunos se nos antoja ajena, o que preferiríamos que nos fuese ajena.
Es curioso cómo algo tan trágico realmente como es la muerte de un ser querido, humano o no, cómo algo en apariencia tan habitual —porque por desgracia lo es— puede marcar tanto a una persona, y «Platero y yo», este libro que os traigo hoy, es quizá el canto más bello al más profundo amor y a la ternura.
De todas maneras he de decir que este libro me recuerda a uno que comenté anteriormente, «El Principito», ya no sólo por la sencillez con la que se prodigan los más altos temas, sino porque tras una pátina de infantilismo imaginado encontramos temas candentes más propios de adultos, con un simbolismo que sólo alguien versado o avezado podría llegar a comprender.
Es la realidad, la vida, la amistad y el amor infinito que se puede profesar dos seres los que tiñen de dulzura este libro, y los que hacen que esas lecciones veladas se hagan presentes y asumamos lo que no sabíamos que existía, muchas veces, de forma incondicional.
Yo me quedo con una de las frases de Juan Ramón Jiménez, que resume su concepción de la vida y acaso de su obra aunque aparezca en este libro: «Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas». Quizá así podríamos descubrir el porqué de muchas de las situaciones que nosotros mismos creamos o permitimos.
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